Mi madre se ha muerto. No tenía pareja ni hermanos ni otros hijos. Así que he tenido que ocuparme de todo. También del velorio. A ella no le interesaba ese tipo de ceremonias. Pero mucha gente la ha acompañado en su vida y pensé que tenían derecho a despedirse en un ritual tradicional en el pueblo (pueblo en el doble sentido de popular y de localidad pequeñita).
Este post no será un panegírico sobre mi madre. Es sobre el velorio que ha sucedido en Guaminí.
Este velorio ha sido sin velas, sin plañideras y sin desvelos nocturnos. Algo breve de tres horas. He recibido a repetición la frase «Mi más sentido pésame». Por respeto a los dicentes me abstendré de opinar sobre este cliché.
La vida se cuela entre la muerte y asoma como risa. La perplejidad ante la muerte dispara mecanismos de defensa ante la alerta evidente que lo que le ha ocurrido a esa señora que está en el cajón puede ocurrirnos a nosotros en cualquier momento y que indefectiblemente ocurrirá. Como diría el Tincho Heidegger, no somos para la muerte, entonces la muerte es algo que le ocurre a otros, que ocurrirá dentro de mucho porque pateamos esta situación para adelante. Pero un velorio te caga esta estratagema.
Estando en el velorio de mi madre he recordado el libro de Oscar Lewis, Una muerte en la familia Sánchez. El antropólogo toma un hecho (una muerte) y lo analiza desde la perspectiva de cada uno de los personajes que está allí. Es más fácil entender un fenómeno si lo analizamos desde la mirada de todos los involucrados.
Tal vez esta mención solo sea una evasión respecto a mi propia situación. Mi madre ha muerto y todas las otras perspectivas no deberían importarme. Hacerme cargo de la situación me pone en un lugar del que me evado con este post. Sin embargo ahí, en esa sala, he podido llorar, despedirme, y a la vez poner oídos a situaciones que me mostraron otras facetas de mi propia madre. Otras personas fueron ella y la deformación profesional ha traído a Lewis y a su método Rashomón a mi propia vida.
Aún en la muerte de mi madre he encontrado a Sudakia. Allí, con mi amigo/hermano del alma sosteniéndome, en el pueblo de mi infancia.
Todavía ando medio aveloriado. Y la vida sigue. Sigo buscándote Sudakia.
Me extrañaba no verlo (leerlo)….sudakeando….
Aquí estamos….pa lo que guste mandar!
Saludos
Jorge
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Gracias Jorge. Abrazo
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Un gustazo volver a leerlo..
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Fuerte abrazo don Renegau!
Larga vida al rock & roll!
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Ooh yeah!!!!
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El ‘cliché’ no lo hace menos cierto. Este año hemos pasado por lo mismo. Abrazo, Nacho.
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Abrazo Luis. Saludos a su chica
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Te mando un abrazo compañero.
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Gracias Federico. Tiempos turbulentos para encontrar Sudakia. Pero puede estar en cualquier lado. Hay que estar atentos entonces
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Abrazo grande Sudaca, que se desavelorie pronto!
Eligió una buena canción y un hermoso cuento. Acá estamos para hacerle el aguante.
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Qué bueno que eso sea así.
La chacarera del Cuchi es un boleto a Sudakia. Abrazo Frodo
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Un abrazo transoceánico.
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Otro Comandante. Muchas gracias
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aguante sudaca … mi abuelo tambien fallecio y lo estoy superando … recordar lo bueno de nuestros seres que nos quisieron y quisimos , los mantiene vivos y nos mantiene con alegria ( uhhh , perdon por usar esa palabra , bastardeada por los globos amarillos ) …
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